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Un año después de «Laudato si’»: del 12 al 19 de junio habrá iniciativas en todo el mundo para promover concretamente las enseñanzas contenidas en la encíclica «ambiental» de Papa Francisco publicada hace un año. Quien se ocupa de coordinar todo es el Movimiento católico mundial por el clima», en colaboración con diferentes instituciones católicas desperdigadas por el planeta. Y un papel central lo tiene América, de norte a sur, con sus diócesis, asociaciones y movimientos. La encíclica sigue produciendo experiencias y cambios, es un texto vivo y un punto de referencia para discusiones y acciones concretas. También el Celam (el Consejo Episcopal de América Latina) está participando en las iniciativas, al lado de la Confederación interamericana de la educación católica, del ente que engloba buena parte de las religiosas de los Estados Unidos, es decir la Leadership Conference of Women Religious (Lcwr), y otros órganos vinculados con las comisiones Justicia, Paz e Integridad de la Creación. Hasta ahora son más de mil las parroquias y comunidades que ya han propuesto una iniciativa para la «Semana de la Laudato si’»

Los temas de los que se ocupa la encíclica son de una actualidad dramática, como lo recordó el periódico de la Conferencia Episcopal Italiana, «Avvenire», que citó recientemente los datos del Atlas global para la justicia ambiental, hecho con la colaboración de 23 diferentes universidades. Según los datos difundidos por este organismo hay 1746 conflictos ambientales (pequeños y grandes) en el mundo. Muchos de ellos tienen que ver la explotación minera, desde Asia hasta América Latina, pero la cifra podría ser aproximativa por defecto, puesto que llegan noticias fragmentarias e inciertas al respecto de diferentes países (como México, Brasil o China) que normalmente ocultan estas realidades. Se ven involucrados grandes grupos industriales que se dedican a actividades de extracción y comunidades locales, campesinos, grupos indígenas, aldeas, comunidades. Pedacitos del sur del mundo que muchas veces sucumben frente a sujetos mucho más fuertes. Es lo que sucede, por ejemplo, en África, en Níger, en donde se produjeron 100 mil toneladas de uranio en siete años; o en Nigeria, país en el que se trabaja masiva e inversivamente para extraer petróleo sin medidas de seguridad adecuadas ni para las poblaciones ni para el medio ambiente. Los resultados, normalmente, son catastróficos o, peor, guerras endémicas.

Fuente: lastampa.it

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