Fue el lema de la semana de la Movilidad Humana, que se realizó del 14 al 23 de septiembre, en la ciudad de Quito y que agrupo a varias organizaciones que trabajan en el tema. Varias actividades se cumplieron para recordar que todas y todos en algún momento somos “eternos peregrinos”.
Las migraciones han caracterizado la historia humana, por lo que la realidad ecuatoriana ha estado marcada por distintos procesos de movilidad humana a lo largo de los años, los mismos que han hecho que el país sea el escenario de una diversidad de historias de movilidad humana.
Estas historias y testimonios la viven personas emigrantes, inmigrantes, solicitantes de refugio, refugiadas, asiladas, apátridas, migrantes y desplazadas internas, víctimas de trata y tráfico de personas y sus familias desde su dimensión de género, generacional, y étnica, que lo único que anhelan es encontrar acogida y hospitalidad, que son valores esenciales para responder a las transformaciones de las sociedades.
Las personas que se trasladan hacia otros lugares sienten rechazo, discriminación y hasta odio por las sociedades del país que los recibe, o son vistas como mano de obra barata, intrusos, oportunistas por los beneficios que reciben de los estados. Por ello es importante reconocer que: la movilidad humana enriquece las sociedades.
Queremos compartir el testimonio de una refugiada colombiana que llegó a Ecuador en busca de una oportunidad de vida. Aquí su vivencia antes de llegar al país.
“Vengo del departamento de Nariño. Tenía que pagar una “vacuna» y no lo hice, de manera que me tocó salir del país, para que no nos mataran a mí y a mis hijos. Estuvimos escondidos por 15 días dentro de la casa; era una situación desesperante y angustiante la que soportamos antes de llegar a Ecuador. Pensé en comprar veneno para matar a mis hijos y matarme después yo; estuve a punto de hacerlo, pero Dios me iluminó. Cuando llegué acá me dieron el refugio y fue como volver a nacer.”
Cecilia, refugiada colombiana
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