DARÍO MENOR (ROMA) | El Papa ultima su encíclica sobre la ecología, un llamamiento a los fieles para que se comprometan con la defensa del medio ambiente. “Hay que pasar a la acción. Está en peligro la creación de Dios: la persona y la naturaleza”, dicen los católicos implicados en esta lucha.
“Dios perdona siempre; los hombres, algunas veces; la naturaleza, nunca”. En los dos años que lleva como obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio ha dado muestras de que la ecología le preocupa mucho, repitiendo en varias ocasiones esa recurrente frase.
Desde el minuto uno ha hecho llamamientos para que los fieles se impliquen en la protección de la naturaleza: ya en la misa del 19 de marzo de 2013, con la que comenzó oficialmente su pontificado, pidió a quienes ocupan puestos de responsabilidad que custodiaran la naturaleza y no dejaran que “los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro”.
El papa Francisco se dispone a abordar esta cuestión en un texto magisterial dedicado a la ecología, la segunda encíclica de su pontificadotras Lumen Fidei, en la que afrontaba la cuestión de la fe partiendo de los escritos preparatorios que dejó Benedicto XVI. Será publicada probablemente en junio o julio, para propiciar así una reflexión que prepare el camino a la crucial conferencia sobre el cambio climático convocada para finales de año en París.
La magnitud del desafío ecológico es colosal. En los últimos cinco años, los desastres ambientales relacionados con el calentamiento global han dejado más de 112.000 muertos. El número de quienes han visto sacudidas sus vidas por el aumento del nivel del mar, los huracanes, las sequías, las inundaciones y otras manifestaciones de este problema supera los 650 millones. Son, en la inmensa mayoría de los casos, las personas pobres quienes sufren las consecuencias de la contaminación generada en gran parte en los países ricos. El cambio climático es el fenómeno planetario del maltrato al que se somete a la naturaleza, visible en todas las naciones y en infinidad de formas y grados. Es un desafío medioambiental, social, económico y también moral, que interpela a los cristianos por el designio de Dios de ser el hombre el custodio de la Creación.
Desde aquel mensaje en la Eucaristía con que inició su pontificado, el Papa ha hecho continuos llamamientos para propiciar la movilización ecologista. Uno de los últimos lo realizó el 9 de febrero durante la misa matutina en Santa Marta, cuando recordó que es obligación de los bautizados “custodiar la Creación”. Se refirió entonces de forma directa y espontánea a quienes ven en el ecologismo un caballo de Troya del marxismo: “Cuando escuchamos que hay gente que se reúne para pensar cómo custodiar la Creación podemos decir: ‘Pero no, esos son verdes’ ¡No, no son verdes! ¡Son cristianos! Es nuestra respuesta a la primera creación de Dios. Es nuestra responsabilidad. Al cristiano que no custodia la Creación no le importa el trabajo de Dios, este trabajo nacido del amor de Dios hacia nosotros”.
La persona, en el centro
También fueron significativas sus palabras el pasado 28 de octubre, cuando se reunió con los participantes del Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, a quienes agradeció las contribuciones que le habían enviado para la encíclica. Aquel día Francisco dio una idea de dónde está, a su juicio, el origen de los problemas medioambientales: “En el centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el denominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores”.
Denunció que el actual orden financiero necesita “saquear la naturaleza” para poder sostener el “ritmo frenético de consumo que le es inherente”. “Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia”, pidió.
Aunque ha puesto un mayor acento en esta cuestión hasta el punto de dedicarle una encíclica, Francisco no es el primer obispo de Roma que se expresa así. Benedicto XVI hizo multitud de llamamientos “verdes”, mientras que san Juan Pablo II marcó el camino a seguir al pedir en 2001 una “conversión ecológica” para evitar la “catástrofe hacia la que se encamina el hombre”.
“La conciencia ecológica está presente en la cultura judeo-cristiana desde hace milenios. Lo que hay que hacer es despertarla más allá de las divisiones políticas”, comenta el célebre arquitecto italiano Paolo Portoghesi, autor de Il sorriso di tenerezza (La sonrisa de ternura, LEV), en el que hace una antología de los textos de inspiración cristiana dedicados al respeto de la creación.
Partiendo de esta misma concepción teológica y social, el primer pontífice latinoamericano quiere a los católicos comprometidos con el ecologismo. Muestra de ello es su impulso en la creación el pasado septiembre de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM). Este organismo orientado a la coordinación de actividades de protección de la Amazonia está liderado por el cardenal franciscano brasileño Cláudio Hummesy por el jesuita peruano Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo y presidente del departamento de Justicia y Solidaridad de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM).
Barreto está seguro de que en la encíclica, el Papa va a tener en cuenta algunos de los puntos tratados en el documento conclusivo de la Conferencia de Aparecida, cuya redacción fue coordinada por el propio Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires. Entre los aspectos relevantes respecto a la Amazonia, destaca la escucha de las poblaciones indígenas y la puesta en marcha de una “pastoral de conjunto que privilegie a los pobres y sirva al bien común”.
El arzobispo peruano considera que Francisco “nos seguirá sorprendiendo con su liderazgo pastoral” y que su texto marcará “un hito muy importante”. Llegará, además, en un momento “histórico para la humanidad”, pues será publicado entre la conferencia sobre el cambio climático celebrada el pasado diciembre en Lima y la que tendrá lugar a finales de año en París.
“Será un aporte significativo del magisterio pontificio para sensibilizar, iluminar y proponer alternativas claras y exigentes a fin de respetar la dignidad de toda persona y su entorno natural, y ayudar a la humanidad a asumir un proceso de mitigación y adaptación al cambio climático”, sostiene Barreto.
La próxima Conferencia de París
Los católicos comprometidos con la defensa del medio ambiente esperan que Francisco, como gran líder espiritual contemporáneo, contribuya con su encíclica a que la Conferencia de París sea un éxito. Hay grandes expectativas sobre ella. “Es un punto de inicio para una nueva vida en armonía con la Creación respetando los límites planetarios”, dice la declaración que suscribieron obispos católicos de todo el mundo que participaron en la Conferencia de Lima.
Ese texto supone una novedad sustantiva, pues por primera vez prelados y asociaciones ecologistas católicas aunaron sus voces en un llamamiento que considera un “imperativo moral” actuar contra el cambio climático para proteger a los pobres. Los firmantes, entre los que se encuentra Barreto, muestran su deseo de que la Iglesia “acompañe” el proceso político y el diálogo para que se tenga en cuenta a los desfavorecidos en la toma de decisiones frente a este fenómeno.
Las personas comprometidas con la ecología tienen claro que, en una cuestión tan importante como el calentamiento global, no puede dejarse sola a una política convertida en una rama menor de la economía, como sostiene el escritor italiano Erri de Luca.
“Hoy estamos frente a desafíos históricos, a fenómenos frente a los que la política ha perdido el control. Ha llegado el momento de que las religiones tengan el valor de impulsar decisiones públicas hacia una nueva dirección”, pidió el pasado septiembre Jeffrey Sachs, economista estadounidense y director del Instituto Tierra de la Universidad Columbia de Nueva York, durante un encuentro organizado por la Comunidad de Sant’Egidio.
“La Iglesia –concuerda Barreto– no puede eximirse de la responsabilidad de ejercer su liderazgo evangélico en bien de la humanidad. Es el momento de pasar a la acción. Está en peligro la Creación de Dios: la persona y la naturaleza”.
Religiosos y ecologistas
Son personas de acción muchos religiosos comprometidos con la defensa del medio ambiente. Tres de ellos son Joseph Rozansky, Rene Flores y Fausto Yudego, miembros de la oficina de Justicia, Paz e Integridad de la Creación de la Orden de los Frailes Menores (franciscanos). Con motivo del 35º aniversario del nombramiento de san Francisco de Asís como patrón de los ecologistas, este grupo de trabajo preparó un documento junto a otros representantes de la familia franciscana en el que reflexionaron sobre las respuestas de la Iglesia ante este desafío. El texto se lo entregaron al Papa como contribución a su encíclica.
Rene Flores, salvadoreño que sirve en Honduras, cuenta el apoyo de su congregación a los laicos que defienden el medio ambiente frente a la amenaza de la minería, responsable de la contaminación de hasta el 98% de los recursos hídricos de El Salvador. “Como protesta, hacen vigilias, rezando el rosario mientras tienen en frente a los antidisturbios. Son rosarios comprometidos”, dice sonriendo.
Para el franciscano salvadoreño, una de las mayores contribuciones que puede hacer la encíclica es “cambiar el paradigma teológico”, superando la idea de ser “dueño” de la Tierra por la de “administrador”.
Sentado a su lado en la sede de la Curia general de esta congregación en Roma, el estadounidense Joseph Rozansky dice ser consciente de que el texto deberá ser adaptado y aplicado por las diversas comunidades cristianas, pero no renuncia a la ambición: “Espero una llamada para otro tipo de visión del mundo, para un estilo de vida diferente”.
Por su parte, el español Fausto Yudego desea que Francisco logre que despegue el concepto de “ciudadanía global”. “Lo importante –subraya– es que cada vez más gente sea consciente de la situación en que estamos para cambiar determinados estilos de vida, tanto en el Norte, donde hay que consumir de otra manera, como en el Sur, donde el desarrollo ha de ser sostenible”. Al ser preguntado sobre las eventuales acusaciones de comunista que podrían llegarle al Papa tras la publicación del texto, Yudego responde que “no hay que tener miedo a decir lo que tenemos que decir, aunque por ello le tachen a uno de ser de derechas o de izquierdas”.
En América Latina, donde la amenaza medioambiental se hace muy patente por la deforestación, la minería y la gestión de las aguas, entre otros aspectos, la encíclica podría quitar el tapón que parece impedir a algunos prelados tratar esta cuestión. “Hay muchas expectativas. Cuando vas a hablar con los obispos y les pides que aborden el tema de la minería, te dicen que esperan el texto del Papa para argumentar su postura. Hay un miedo a posicionarse en un terreno conflictivo, pues el bienhechor de un prelado o sacerdote bien puede ser un minero”, asegura Flores, quien denuncia que esta realidad es palpable en Centroamérica.
También encontramos hombres y mujeres de Iglesia comprometidos con la protección de la naturaleza en el Pacífico, donde el cambio climático lleva tiempo percibiéndose con la subida del nivel del mar y la mayor virulencia de los tifones. El Episcopado filipino ha hecho numerosos llamamientos para que los católicos se impliquen en este campo, ofreciendo un marco teológico para la acción.
“Dios ordenó que la Creación debía estar al servicio de la humanidad, pero este privilegio no debe ser entendido como un cheque en blancopara destruir el medio ambiente”, pedía recientemente Socrates B. Villegas, arzobispo de Lingayen-Dagupan y presidente de la Conferencia Episcopal Filipina.
En el nº 2.938 de Vida Nueva
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