«Dios ha puesto la historia en manos de la humanidad, y Él está dispuesto a ayudarnos, pero nunca a sustituirnos; insisto en que Dios es Padre pero no paternalista”.
José Luis Caravias S. J.
Para José Luis Caravias, el desarrollo está en nuestras manos, si asumimos la historia como sinónimo de desarrollo. En economía, desarrollo significa “la evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida”. Pero en la vida también cuentan otros elementos: espiritualidad, afectos, sentimientos y emociones. Cáritas propone un Desarrollo Humano Integral y Solidario (DHIS), íntimamente ligado a la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), dignificando la vida como don divino y construyendo un Reino, con un concepto de bienestar comunitario.
Desarrollo y modelo económico
Un modelo económico es “… la explicación sintética del funcionamiento económico de un país o de un sistema”. Mucho más difícil es definir qué es desarrollo, porque tendemos a interpretar toda forma de desarrollo como progreso.
Socialmente, el progreso ha sido relativo: hemos creado una tecnología, tal vez una ciencia, pero el beneficio de este progreso se ha repartido en forma inequitativa; además, este modelo está acabando con la naturaleza. También es excluyente. La América Latia de hoy es heredera de modelos económicos coloniales y neoliberales inequitativos, con consecuencias sociales complejas.
La crisis mundial
En el 2008, la economía de EE.UU., Europa y Japón entró en crisis, mientras China, India y Brasil emergieron como nuevas economías. Encarecidas las materias primas, se contrae la economía occidental. La crisis económica de EE.UU, España e Italia nos interesa más, pues repercute en nuestra población migrante. Diez años atrás, Ecuador vivía una crisis económica que desembocó en el salvataje bancario y en la dolarización; más de dos millones y medio de compatriotas salieron a buscar mejor vida en otros países.
A partir del 2008, la única alternativa para el mundo “desarrollado” es producir más. La función que los medios de comunicación aportan a la “salvación” del sistema es promocionar el consumo, crear necesidad. Detrás del mensaje comunicativo está el imperativo “¡CONSUME!, salva al mundo comprando”.
Detrás del discurso está el mismo mensaje: el PRODUCTO. En medio de esta especie de callejón sin salida, hay conciencias que advierten un peligro: las preocupaciones ambientales anuncian, desde fines del siglo XVIII –Revolución Industrial en plena marcha–, que la Tierra puede ser gravemente dañada. En 1850 ya se medían las emisión de gases.
En el siglo XX, el desarrollo industrial es cuestionado por dañar la vida: Rachel Carson (1907-1964), bióloga, demostró los daños al usar pesticidas y herbicidas en la producción alimenticia. Nace el paradigma ecológico, reforzado por la Hipótesis de Gaia, del Dr. Lovelock (1969): la Tierra es un ser vivo, que se auto-regula y crea su propio hábitat. La biósfera, la atmósfera, la tierra y los océanos, forman un sistema que se retroalimenta, buscando para la vida un entorno fisico-químico ideal. Para los católicos, esa es la gracia de Dios, y nos ha dado la Tierra para custodiarla y legarla a nuevas generaciones.
Con esta conciencia tierra-humanidad, se propone un modelo sustentable. El Club de Roma encarga en 1970 al Instituto Técnico de Massachusetts (MIT) un “…estudio sobre las tendencias y los prolemas económicos que amenazan la sociedad global”. El resultado del estudio se llama “El límite del crecimiento”; ¿la síntesis del estudio? La Tierra ya no da más. Agujero en la capa de ozono, calentamiento global, desastres nucleares e industriales, contaminación y basura. Ante esta crisis, hay esfuerzos mundiales, hay Cumbres de la Tierra, hay acciones bien intencionadas; pero… ¿estaremos a tiempo?
Los gurúes de la economia mundial recomiendan regresar a una economía comunitaria, ecológica y sostenible. La ONU se propone para el milenio “Garantizar la sustentabilidad/sostenibilidad del medio ambiente (…) y fomentar una asociación mundial para el desarrollo”. Ambas acciónes parecen utópicas ante la desición del sistema: producir más, consumir más.
Nuestra esperanza
La Iglesia ve en la Tierra una Gracia y comienza a custodiarla: la próxima encíclica del Papa Francisco asumirá la ecología como modelo de vida cristiano. El consumismo no es el camino. La vida cristiana nos plantea metas y retos diferentes. El consumismo es superfluo y vanidoso, nos engaña, pero es una bestia bien maquillada. El consumismo termina alejándonos del verdadero recorrido.
El comprar da un falso estatus y aparenta llevar al éxito social, pero está vacío, solo. El consumismo es individualista y competitivo. Nos dejamos gobernar por el mercado.
Frente a la dictadura del consumo necesitamos construir un modelo económico cristiano. En el planeta urge un ser humano nuevo, un “Hommus Amorosus” como dice Caravias; él también dice que “… el cristianismo está en pañales”, evolucionando, buscando un modelo de desarrollo humano integral y solidario, justo con la Tierra y alumbrado por el ejemplo de Jesús.
En próximas entregas abordaremos los modelos económicos que ha vivido América Latina, la realidad económica de la región, y profundizaremos en el Ecuador de hoy. Hablaremos de las consecuencias del consumismo como el enemigo a superar, con una propuesta cristiana. Nuestra propósito es comprender cómo el DHIS propuesto por Cáritas es una alternativa que va más allá de lo económico y aporta la fuerza espiritual y la solidaridad que le hacen falta a los modelos económicos que han venido imperando.
Creemos que nuestro modelo de DHIS es un planteamiento que depende de nuestro esfuerzo y nos permite asumir la historia humana desde una perspectiva crítica, encarnada en todo el género humano. La luz del Evangelio rige nuestra fe y nuestras vidas: un modelo de vida mejor es posible, y Jesús es el camino.
Alegrémonos, porque como dice el P. Caravias, ¡“El cristianismo está en pañales”!
N.B. Es ideal contar con tus comentarios y aportes. El propósito de este tipo de análisis es generar materiales y contenidos que nos enriquezcan y permitan trabajar mejor, siempre desde la perspectiva comunitaria y creativa. Nuestro desarrollo depende de nosotras y nosotros, contextualizando, enriqueciéndonos con el diálogo y el intercambio de criterios e ideas clave para nuestro caminar.
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