VI. Etnocidio de cuello blanco
La visita a la ciudad del milenio de Pañacocha produce una profunda depresión y tristeza. Poca gente se ve por sus calles rectas, trazadas a regla y cartabón, excepto algunos trabajadores de la compañía constructora CVA que finiquitan los últimos y graves desperfectos, entre otros: las múltiples fugas del sistema de agua, los fallos en la misma estructura de las casas y los hundimientos del pavimento de las calles. Permanecerán en Pañacocha hasta este mes de marzo; mientras se encarga de todo, cuando se vaya Dios dirá. Tomarán la posta los Gobiernos seccionales (GAD).
La gente indígena acostumbrada a vivir libre y en amplios espacios selváticos está metida en un área de construcción de 10X10, mirando a las paredes de la habitación. Las casitas son demasiado calientes, aunque la construcción se efectuó con una estructura de paneles san duchados de espumaflex, con una malla interior metálica cementada y exteriormente revestida en ambas caras para darles dureza y consistencia. Los techos del mismo material, apropiados para evitar que los habitantes sufran calor excesivo. Pisos y escaleras de PVC, imitación madera y ventanas de vidrio, no hay árboles ni flores ornamentales. Los animalitos domésticos y las mascotas están prohibidos. El solar de la casa ocupa un área de (250 Mts2), a cinco metros del patio del vecino como si la selva infinita se hubiese comprimido en quince metros. ¡Es atosigante! Personas que llevan milenios protegiendo la selva como dueños, porque es la única manera de protegerse ellos mismos del exterminio, ahora reciben la noticia de que son no solo pobres sino miserables, de que la selva y sus recursos no son de ellos, que pertenecen al Estado y que no tienen cultura, porque los iluminados cerebros del poder confunden miseria con pobreza y cultura con folklore y vienen a devolverles la dignidad. Si son pobres es porque se les ha quitado sus riquezas, su cultura y dignidad. ¡Ciudadanos esta es una gente por la que hay que luchar!
A la entrada del pueblo se observa un amplio rótulo en el que, con grandes letras está escrito: “PAÑACOCHA. La visión del Gobierno hecha realidad. Petroamazonas CVA. Aquí están los recursos del petróleo. Inversión: 20.071.117,06 dólares. Ministerio Coordinador de Sectores Estratégicos. Petroamazonas EP. Ecuador Estratégico”. Es la segunda ciudad del milenio que se construye en Sucumbíos, Cantón Shushufindi, Parroquia de Pañacocha y son casas pensadas para el buen vivir en la amazonia, “estamos creando un nuevo mundo”.
Son 100 viviendas unifamiliares, divididas en dos poblados, a unos cuatro kilómetros de distancia el uno del otro. El caserío mayor, de 87 casas, está en Pañacocha. La otra aldea de 17 familias se llama Tereré. El único signo de posesión que poseen las familias es un manojo de llaves que con avidez aprietan en sus manos y las muestran orgullosos, y una lista de nombres en la oficina que se va modificando paulatinamente con nuevos vecinos. Se les ha prometido que en dos años les darán el título de propiedad. Ningún otro documento para acreditar que son los propietarios de las viviendas. Es un exponente de la precariedad e indefensión más absoluta. Los tigres de la selva, libres como el cóndor, metidos en una jaula como gatitos sin dientes o pajaritos exóticos.
Después de repetidos comunicados y varias fallidas concentraciones de los lugareños, el día 16 de Enero del 2014 llegó el Sr. Presidente a entregar las casas. Algunos dicen que no inauguró la ciudad, porque “no cortó ninguna banda” y se elevó en un helicóptero prometiendo que volvería después de un año, cuando todo esté terminado. Algunas casas de Pañacocha están habitadas temporalmente. Los inquilinos se mueven en torno a ellas silenciosamente como fantasmas. No están acostumbrados a los chismes entre vecinos que culturalmente están ritualizados en torno a la reunión de compadres, mientras se toma la chicha.
Sus habitantes están adaptando la planta baja de la casa con plásticos, telas raídas, tablas viejas y bloques, donde guardan sus cachivaches traídos de sus antiguas viviendas que han tenido que destruirlas para recibir la nueva: “los pobres aman sus viejas piedras”. ¡Se está pareciendo demasiado a una invasión¡. La historia misma de su pasado les ha hecho desarrollar una aguda conciencia de fracaso, por eso son fatalistas, desconfiados y guardan todo. Solo se les permiten luchar y matarse entre si mismos.
En el poblado satélite de Tereré las casas están vacías. Nadie vive. Las vecinas se aconsejan y dicen que de noche se aparecen los fantasmas de los muertos. Está construido por Ecuador Estratégico sobre un antiguo cementerio y las retroescavadoras destruyeron las tumbas. En Pañacocha, además de la ciudad de los vivos, han construido la ciudad de los muertos: un hermoso cementerio con muchos nichos. ¡Hasta a los muertos los apartan del contacto con la tierra, su Pachamama!
Todas las casas brotaron del suelo fértil de la selva como por generación espontánea. Son iguales, tipo milenio, clonadas, alzadas del suelo de tierra sobre pilares de hierro. Militarmente formadas en dos filas a ambos lados de la amplia calle adoquinada, mirándose con un gesto de enigmática impasibilidad sobre aceras de ladrillos de colores, sin chacra ni patio para criar animalitos de corral, con papeleras ecológicas que imitan en su diseño la fauna del bosque.
La ciudad cuenta con todos los servicios: agua entubada, alcantarillado y cableado de redes eléctricas subterráneas, solo están visibles las erguidas y elegantes farolas que iluminan las noches solitarias de la ciudad, en torno a las que revolotean nubes de mosquitos, murciélagos y grandes coleópteros de la selva. Los vecinos han recibido la orden de ocupar las viviendas completamente amuebladas: cocina de inducción eléctrica en lugar de GLP, con su ajuar completo, ollas y vajilla adecuada, con salón de visitas y comedor, tres habitaciones y un servicio higiénico en la planta baja, con lavandería adosada. Camas, literas, colchones, almohadas, sábanas, cubrecamas y cobijas de ensueño; armarios empotrados, veladores y mesas elegantes, sillas y sillones afelpados, una pantalla de internet, plasma extraplana para televisión satelital, dos bicicletas y varios overoles de plástico para la lluvia.
Nada falta en la ciudad, pero en Pañacocha no hay trabajo, ni fuentes de trabajo ni formas de matar el hambre. Viven en una burbuja. Los ideólogos de SEMPLADES no se imaginaron que la gente acostumbrara a comer para vivir y vivir para crecer y multiplicarse. De momento la gente sale a sus antiguas “chacras” a cosechar la yuca, el plátano, hacer chicha, cuidar sus animales y frutales. Las fincas están lejos y abandonadas, tienen que desplazarse a remo para volver al atardecer. Ahora están confinados en la ciudad de Pañacocha, la ciudad del milenio, la más futurista de la selva. Y de toda la selva que contemplan desde la colina y que era suya, solo tienen que cuidar una casa para que no le roben la nada que tienen.
Otros se desplazan a la ciudad del Coca (150 Kms.), a las compañías petroleras o a las fincas de colonos en busca de trabajo por un salario mínimo que envían a sus mujeres e hijos. La flamante ciudad del milenio se queda semivacía, sus habitantes tienen hambre y buscan trabajo en otras partes. La mayoría de la población diurna son estudiantes, personas mayores y madres de familia. En vez de caminar por los enlodados caminos de la selva, ahora los estudiantes deben ir aseados, llegar a la escuela impolutos y regresar a casa limpios. La ciudad con sus calles sin basuras, es una tacita de plata y como tal hay que conservarla bien pulida. Estas ciudades están diseñadas para “civilizar”: hay normas estrictas para el vestir, el caminar y la presencia de animales. Pero no se pueden dejar las casas vacías. A partir del internado “se han formado pandillas de estudiantes para robar”. Si la ciudad del milenio de Pañacocha no “civiliza” al nativo de la zona va a ser otro fiasco de muy malas consecuencias.
Es urgente el proyecto turístico Pañacocha anunciado por Correa, que estará a cargo de Ecuador Estratégico. La iniciativa tendrá una inversión de $ 2.4 millones e impulsará el desarrollo productivo de esta comunidad amazónica. El proyecto turístico consta de dos fases, en las cuales se remodelará una infraestructura hotelera existente, se construirán 48 habitaciones, 24 cabañas, 15 locales comerciales y áreas verdes.
Las viviendas pulcras y diseñadas de acuerdo con los vecinos y sus reglas de funcionamiento, también tienen su finalidad. Cuentan con tres habitaciones según el control de la natalidad. Se acabó la docena de hijos por matrimonio en las comunidades indígenas. Los talleres que se imparten por el grupo PACTO de Ecuador Estratégico para formar ciudadanos, educan sobre los sistemas de salud reproductiva disponibles en el centro de salud del milenio. La inyección, el implante del “palito” y los anticonceptivos que se distribuyen gratuitamente para el control del embarazo de adolescentes, ha desencadenado el descaro de una agresiva promiscuidad juvenil que aturde a los padres de familia y destruye los sistemas culturales. Para el control del alcoholismo se han prohibido las tiendas de licores, excepto el mercado negro en aumento. Tampoco las “chichadas” tienen el lugar ritual en las ciudades del milenio.
Pañacocha será una ciudad limpia, ordenada y sin el caos y la inseguridad del Coca y Shushufindi, pero si no ayudamos a la población indígena del lugar a que no abandone su tierra, su lengua y su forma de vivir no quedará nada para ayudar. Esto es un etnocidio organizado con un sistema de internado de disciplina estricta, en donde se elimina la lengua nativa, se cambia cultura por folklore y se rompe la organización del Ayllu hogareño. Bajo el sol y la lluvia de la selva parece una ciudad fantasma. Pocos indígenas pasean por sus pavimentadas calles. “Vinimos a vivir porque nos obligaron a que nos pasemos pues las casas estaban terminadas. Si no venimos aquí dijeron que darían a otros”. A los estudiantes, encerrados en su campus se los ve de lejos, detrás de altas mallas de alambre que los separa de la ciudad.
Hay un sistema de canoas para el transporte de estudiantes, llamado “la tambería”. Todos los días vienen y regresan desde las comunidades cercanas. Las antiguas escuelas comunitarias unitarias, parcial o totalmente, se van cerrando: Samona, Nueva Esperanza, Morete Cocha, Chonta Urku, Yuturi, San Roque (2) y Tereré. Aunque las comunas quieren mantener sus escuelas, se quedaron sin profesores, ya que de las direcciones provinciales no renovaron los contratos de los profesores- bachilleres para este año. Los padres de familia han tenido que matricular a sus hijos en la cercana ciudad del milenio. La única unidad educativa que funciona con excelentes edificios, con capacidad de albergar a 200 bachilleres y residencia para 45 profesores, aulas y pupitres, bibliotecas, laboratorio, material escolar, salas de computación e internet, canchas de deportes, juegos infantiles e internado de lunes a viernes; aunque los profesores sean los mismos, sin títulos de excelencia.
A partir del octavo año, los estudiantes están obligados a vivir en sistema de internado en el colegio del milenio. En sus casas no hay luz eléctrica y no pueden preparar los deberes, tareas escolares ni investigar en el internet; además vienen cansados y tarde del viaje diario en canoa de sus casas. El riesgo para muchos de estos niños y jóvenes es la posibilidad de que sea una realidad que el año escolar comience y termine en blanco.
La ciudad del milenio de Pañacocha es un amplio internado que se alimenta de valores, disciplina y formas de vida occidentales. Se promociona el castellano y se desprecia el kichwa, aunque el 95% de la población sea indígena naporuna. Se niega la organización comunitaria y se instalan autoridades mestizas; no se permiten las casas comunales para las reuniones al estilo cultural parlamentario de discusión y toma de decisiones por consenso, ahora se llaman “casas de gestión”. Se educa descaradamente, hasta con el cambio de los nombres tradicionalmente admitidos.
Achacaspi
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