El Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, emitió a finales de octubre de 2022 el Balance social del ciclo COVID-19 en América Latina y el Caribe (2020-2021). Este es un diagnóstico de la situación socio económica y ambiental en América Latina y el Caribe. El documento recoge datos sobre la magnitud de la crisis en la región y así mismo advierte que el financiamiento de ayuda a la población aumenta y por ende el endeudamiento de los pueblos.
Este diagnóstico que fue elaborado por el Observatorio Socio Antropológico y Pastoral (OSAP) del Centro de Gestión del Conocimiento del CELAM, analiza la realidad de América Latina y el Caribe desde una mirada creyente e incorpora una reflexión teológico pastoral, además el balance alerta sobre lo que significa el costo de la pandemia y que será financiado con más pobreza.
La aparición del primer caso de enfermedad por coronavirus (COVID_19) desencadenó una crisis sanitaria y ha cobrado cerca de un millón y medio de vidas en América Latina y el Caribe, dando lugar a que más de 44 millones de casos se han confirmado desde su aparición en la región.
Según el informe, “las condiciones de vulnerabilidad que caracterizan a América Latina y el Caribe la han hecho especialmente sensible a los efectos de la pandemia. Esta crisis sin precedentes ha dejado en evidencia la centralidad de la salud y el bienestar de las personas y comunidades para el desempeño de las economías y el desarrollo social. En este sentido, el informe pone de relieve las debilidades históricas en términos político-económicos e institucionales. El contexto de crecientes desigualdades estructurales, han dificultado el control de la pandemia y de sus efectos sociales”.
El informe revela datos impactantes en términos de pobreza y menciona que en 2020, a raíz de la crisis sanitaria, América Latina y el Caribe experimentó la mayor contracción económica de los últimos 120 años. Confirma además, que los países ubicados en América del sur son los que sufrieron las mayores caídas del crecimiento económico, con grandes impactos y con escenarios difíciles de resolver en el corto plazo. Aseguran también la pobreza habría sumado 22 millones de personas en comparación con el año anterior, con un efecto importante en niñas y niños.
El balance, reporta los siguientes datos, a continuación:
Situación de los niños, niñas y adolescentes
En América Latina y el Caribe, cerca del 60% de todos los niños, niñas y adolescentes perdieron un año escolar completo. El efecto en la educación genera el riesgo de perder una generación en términos formativos.
UNICEF (2021) estima que 3 de cada 10 niños, niñas y adolescentes tienen sobrepeso en América Latina, causado principalmente por la mala alimentación y la falta de actividad física. Durante la pandemia, el problema se agudiza ya que muchas familias perdieron sus ingresos, aumento de los precios de los alimentos y la imposibilidad de recibir una alimentación en la escuela.
La situación del empleo
En América Latina y el Caribe, antes de la pandemia 26 millones de personas estaban desempleadas (8,1% de la población regional). Se estima que durante la crisis se perdieron 35 millones de empleos en la región. Es decir, más de 50 millones de personas enfrentaron la pandemia sin un trabajo como medio de sustento.
El empleo informal fue el más afectado, siendo mujeres y jóvenes los más perjudicados. Entre 2019 y 2020, el desempleo se redujo casi a 25 millones de personas, de las cuales casi 13 millones eran mujeres (CEPAL, 2021c). Esto se tradujo en una tasa de desempleo femenino del 11,9%. Lo que se detecta en el año 2021 es que muchas mujeres que perdieron su empleo en 2020, no han vuelto a buscarlo debido a que priorizaron el cuidado de los niños en el hogar.
Protección social y pandemia
En cuanto a la protección social en América Latina y el Caribe, la tendencia ha sido al aumento en la última década, con importantes avances en la cobertura de grupos tradicionalmente excluidos. El inicio de la crisis sanitaria, social y económica causada por el COVID-19 puso en primera plana la importancia de los sistemas de protección social en sociedades con altos niveles de vulnerabilidad como lo son las latinoamericanas y caribeñas.
La intervención de las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales fue crucial y de vital importancia para atender a las poblaciones y grupos más vulnerables durante la pandemia. Según el informe, estas organizaciones llevaron a cabo estrategias de sensibilización e información sobre las medidas de prevención del contagio, campañas de distribución de alimentos, productos de higienes, atención a personas mayores y reclusos, junto a ayuda de emergencia a orfanatos, comunidades indígenas, comunidades rurales y personas migrantes. Siendo la ayuda social, alimentación, nutrición y salud, las que más cobertura ofrecieron estas organizaciones de la sociedad civil
Ambiente y cambio climático
En América Latina, la tala indiscriminada no dio tregua a pesar del inicio de los períodos de confinamiento. De los 10 países con mayor pérdida de bosques nativos, 5 son de América Latina (Brasil, Bolivia, Perú, Colombia y México), de los cuales 4 tienen dentro de su territorio una parte de la selva amazónica (World Resources Institute, 2021). En el caso de Brasil, en el año 2020 se perdieron cerca de 1,8 millones de hectáreas de bosques cubiertos.
Para el año 2021, los organismos internacionales prevén un incremento de alrededor del 5% en las emisiones de gases de efecto invernadero en América Latina y el Caribe, alejándola de la meta de 0% de emisiones para el año 2030 (CEPAL, 2021b).
Sistemas y salud en pandemia
El mayor número de muertes tienen lugar en América Latina y el Caribe, alcanzando el 30,9% de las muertes a nivel mundial. Es importante destacar que, a pesar de tener un número similar de casos, América Latina y el Caribe tiene casi el doble de fallecimientos que América del Norte, dando cuenta de las carencias del sistema de salud a la hora de enfrentar la pandemia.
Empobrecimiento, indigencia y desigualdad
El balance establece que, antes de la pandemia, en el mundo, la pobreza y la indigencia afectaban a alrededor de 1.300 millones de personas en el año 2018, y se registraba un proceso de lenta pero sistemática reducción. Pero a un año del inicio de la pandemia por COVID-19, el Banco Mundial (2021) estima que en 2020 entre 119 y 124 millones de personas cayeron en la pobreza, y entre 88 y 93 millones en la pobreza extrema, implicando un incremento de la pobreza mundial por primera vez en 20 años.
Antes de la pandemia, en América Latina y el Caribe existía un incremento de la pobreza e indigencia durante la última década, principalmente como consecuencia del aumento de la pobreza en Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador. Pero en 2019, la pobreza en la región alcanzaba al 30,5% de la población, de los cuales un 11,3% eran indigentes. Con el inicio de la pandemia, 22 millones de personas cayeron en la pobreza, de las cuales 8 millones cayeron en la pobreza extrema. CEPAL (2021c) estimó que, en un escenario sin medidas de protección social, el incremento hubiera sido de más de 40 millones de personas.
Descartados sociales
Existen grupos de prioritaria atención, por eso es fundamental poner en primer lugar a aquellos que están cruelmente descartados por la
sociedad, y que sufren intensamente las consecuencias de la pandemia, estos son los adultos mayores, los migrantes, los pueblos originarios y las personas que padecen alguna discapacidad, dado que en ellos se concentra la pobreza, la marginalidad y el abandono.
Situación de la mujer
En el 2022, se detectó un dato alarmante de aumento de la violencia contra la mujer durante el confinamiento, esto se evidencia debido al incremento de denuncias, sobre en todo en países como Argentina y Colombia. Además, el desempleo afectó principalmente a las mujeres. Según la CEPAL (2021e), la pandemia provocará una reducción de los niveles de ocupación de las mujeres que representa un retroceso de al menos diez años.
Con esta perspectiva y en el marco de este crítico panorama que actualmente atraviesa la región, el Consejo Episcopal Latinoamericano, hace un llamado a toda la Iglesia, primero a reconocer los retos a los cuales se están enfrentando y, segundo a ser sal y luz del mundo, fermento de una nueva sociedad, llamados a ser, como pueblo de Dios, sacramento de salvación en medio de la sociedad. Motivan y animan a toda la Iglesia, desde sus diversas actividades, a velar por los más pobres, a crear propuestas y acciones concretas que contribuyan a disminuir los índices de pobreza de la región.
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