Punín es una de las parroquias rurales de la provincia de Chimborazo y está ubicada a 12 kilómetros de la ciudad de Riobamba, en esta zona la labor misionera está a cargo de la congregación de las Misioneras de la Escuela Cristiana.
Tuvimos la oportunidad de conversar con una de ellas, se trata de la hermana Agripina Martínez, quien cuenta que desde hace tres años labora en la comunidad de Punín. Para las hermanas y ella que es parte del pueblo Afro ecuatoriano ha sido una experiencia enriquecedora, pues “al venir de una cultura como la mía que es Afro y tratar con los indígenas, es un mundo totalmente diferente”, señala la religiosa.
¿Qué cosas y que valores he descubierto? se pregunta la hermana y menciona que admira mucho la capacidad y el sentido comunitario que tienen ellos, trabajar en comunidad y solidaridad. “Por ejemplo en el medio en el que crecíamos, ahora es como que no se toma como muy en serio, eso del acompañar al otro, yo veo que aquí en la cultura indígena lo tienen muy arraigado, cuando alguien hace una invitación a veces nosotros de manera general como ecuatorianos no damos todo el peso que debería tener, y para mi este aspecto de la cultura indígena es muy importante, el sentir cuando alguien te invita y decir estoy aquí, mi deber humano, mi deber de hermano estar contigo porque tú me has invitado”.
“Una de las frases que hasta ahora me llama mucho la atención y que utilizan aquí es el tomarme en cuenta, y a veces tu das por descontado muchas cosas, crees que la otra persona te invita porque te quiso invitar, y eso de tomarte en cuenta es decir yo me preocupe de ti, mi preocupación era para contigo, esa es una de las cosas que me llama la atención y lo considero como una riqueza”.
El diálogo avanza con sor Agripina Martínez, y la pregunta surge sobre la apertura de la comunidad hacia las misioneras que desempeñan la acción pastoral, menciona que han sido muy bien acogidas y al ser parte de una cultura definida como la Afro, para ellos es una riqueza, hasta la fecha no hemos encontrado ningún tipo de rechazo. Una de las cosas que se están dando es que la comunidad empieza abrir el corazón y a contar su vida.
“Tengo una anécdota que me llevo, en una comunidad que forma parte nuestra parroquia hay una persona anciana y ha estado postrada desde hace diez años y a nosotras cuando nos comunicaron que había esta personas y en esta condición después de un año de estar ahí, entonces las personas esperan conocer a la otra persona, comparten, confían y abren el corazón”
“Una de las similitudes que puedo encontrar entre las dos culturas: la Afro y la indígena es que vemos a la otra persona de igual, yo creo que una de las cosas que nos identifica, otro parecido es que formamos parte del grupo minoritario del país y eso creo nos une. Por otra parte que en el centro de nuestra relación esta Jesús y de una y otra manera estamos sirviendo a él y a su iglesia, ver al otro como persona me enriquece”.
La hermana comenta que su vocación religiosa empezó cuando tenía diecinueve años, es una experiencia única, nació del testimonio de dos laicas consagradas que vivieron en la provincia de Esmeraldas, en ese tiempo dice la misionera era muy común ver a religiosos extranjeros consagrados y ver la preocupación que tuvo esa laica consagrada para con mi familia, que buscaba el bien, eso me marco mucho”.
“Empecé la vida en la parroquia siempre me inclinaba la labor social, el deseo de ayudar al otro. Al inicio pensaba que era una decisión de actitudes a tal punto que ingrese a la universidad a estudiar trabajo social, pensé que por ahí iba la inquietud. Pero después me di cuenta que no; empecé un camino de discernimiento y me di cuenta que el señor me estaba llamando por otro camino, fue así que deje la universidad porque me di cuenta que el señor quería otro camino para mí y fui descubriendo esta vida de consagración”, destaca la hermana, Agripina Martínez, quien lleva 22 años de religiosa al servicio de la comunidad.
Imagen: huasi.com.ec
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