El Beato Óscar Romero, Arzobispo de San Salvador, fue asesinado mientras celebraba la Eucaristía el 24 de marzo de 1980. S. E. Mons. Gregorio Rosa Chávez, Arzobispo de San Salvador y Presidente de Cáritas El Salvador, nos recuerda su legado.
¿Cómo conocí a Monseñor Romero?
Monseñor Romero y yo somos originarios de la misma diócesis, la diócesis de San Miguel. El se ordenó sacerdote en 1942 y en ese mismo año nací yo. Le conocí en la ciudad de San Miguel, donde él era el encargado de la catedral aún en construcción. Yo tenía entonces catorce años. Con el paso del tiempo nos hicimos muy amigos y tuve el privilegio de estar a su lado en los momentos más difíciles de su ministerio como arzobispo de San Salvador. El llegó a decir en su Diario que me consideraba “como amigo que lo ha sido desde tanto tiempo y muy de fondo” (Su Diario, 18 de mayo 1979).
¿Qué cosas caritativas ha hecho o dicho Oscar Romero que han golpeado más a la gente de El Salvador?
Monseñor Romero criticó en una célebre homilía a los “cristianos de misa dominical y de semanas injustas”. El quería cristianos coherentes, con gran sentido social. Y él fue un modelo de lo que predicaba. Sus colaboradores cercanos se preocupaban que con su política de caridad hacia los pobres, la economía de la parroquia estaba con frecuencia en números rojos. Siendo sacerdote en San Miguel varios le reprochábamos por dar dinero a gente pobre que fácilmente lo iba a emplear para emborrachase. No olvido la respuesta que nos dio: “Prefiero equivocarme por dar una ayuda a quien no lo necesita, que, por estar dudando, negársela a quien sí lo necesita”. Sin embargo, como arzobispo, habló claramente de que debemos ir más allá del mero asistencialismo; hay que fomentar la promoción humana y también trabajar por que se formulen políticas adecuadas y se logre incidir en las grandes decisiones que afectan a los pobres. La gente valoró su gran espíritu de pobreza, la sencillez de vida y su profunda solidaridad.
Ha hablado Oscar Romero del trabajo de Cáritas durante su vida?
El tema aparece con frecuencia sobre todo en su Diario. Pero es bueno recordar que el nacimiento de Cáritas en El Salvador fue atípico: había una directiva nacional, pero no existían apenas estructuras diocesanas y prácticamente no teníamos Cáritas parroquiales. Era como “un Estado Mayor sin soldados”. Por otra parte, Cáritas, en esa época, estaba volcada en el trabajo asistencial y, tímidamente, en el trabajo de promoción humana. Siendo arzobispo le tocó afrontar una grave acusación: el gobierno denunció que en camiones de Cáritas, en tiempos de la guerra, se llevaban, mezclados con los frijoles, balas para la guerrilla. El fondo del problema es que Cáritas, al llevar alimentos a las zonas de guerra, dificultaba la estrategia de los militares: “Hay que quitar el agua a los peces”. El “agua” eran los alimentos. Podemos decir que Monseñor Romero tenía una profunda estima por Cáritas y apoyó decididamente su trabajo.
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