Las teólogas latinoamericanas se han reunido luego de ocho años. Compartieron cuatro días con colegas de Alemania y Estados Unidos, y contaron con la participación de varios Obispos como moderadores de mesa. En este Congreso se obtuvo una visión clara, un juicio de la realidad certero y una propuesta decidida de acción. Este ver-juzgar-actuar se centrará en las Perspectivas que han definido. Presentamos esta Relatoría porque Cáritas está formada por mujeres que entregan toda su voluntad a seguir y servir a Dios, en esta Iglesia en salida que nos pide nuestro Líder, en esta comunidad que construye el Reino.
Relatoría final y perspectivas futuristas del 2° Congreso de Teólogas Latinoamericanas y Alemanas
Por: Olga Consuelo Vélez C.
«Hablar de un «2° Congreso» tiene varios significados. Muestra un camino andado desde el 2008 hasta ahora, en el que se llevó a cabo el «1° Congreso». Permite ver el crecimiento teológico a lo largo de todos estos años y cómo la teología hecha por mujeres sigue «andando» –como lo expresa la palabra Teologanda, una de las entidades convocante de este congreso–; continúa abriendo caminos y tiene un futuro por delante. Esto es motivo de agradecimiento porque se pueden ver muchos frutos alcanzados.
Este congreso se llevó a cabo en Buenos Aires, del 28 al 31 de marzo, reuniendo aproximadamente a 250 teólogas de Latinoamérica y algunas de Estados Unidos y Europa –especialmente alemanas–, bajo el título “Espacios de paz, signos de estos tiempos y relatos de mujeres”. También participaron mujeres de otras profesiones que con sus aportes enriquecieron las temáticas. Y no faltaron algunos teólogos y obispos (entre ellos el Cardenal de Buenos Aires) que presentaron comunicaciones, prestaron el servicio de moderadores en los paneles y presidieron las celebraciones litúrgicas.
La sede fue la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Buenos Aires. Convocaron este Congreso, “Teologanda”, Organización de Teólogas Argentinas y “Agenda”, organización alemana que hace ya varios años estableció vínculos de cooperación con la teología hecha por mujeres en América Latina.
El congreso fue muy intenso en su horario y en sus contenidos. Enmarcado por celebraciones litúrgicas tanto católicas como ecuménicas al inicio y al final del día, contó con dos paneles temáticos en cada mañana y con comunicaciones en mesas temáticas y cursos intensivos en la tarde. En los paneles se fueron desarrollando los grandes temas del Congreso:
- Espacios de paz, signos de los tiempos y relatos de mujeres
- Espacios de creación, pueblos originarios y medio ambiente
- Espacios de vulnerabilidad y sanación
- Espacios en movimiento, migración y prácticas de paz”.
En las mesas temáticas se presentaron ponencias en los ejes de
- Hermenéutica bíblica, espacios de paz y diálogo interreligioso
- Historia, tradición, Concilio Vaticano II y reforma
- Violación de los derechos humanos, memoria y reparación
- Migración, espacios urbanos, inseguridad y tráfico
- Cuerpos vulnerables, violencia y paz social
- Cambios culturales, género, vínculos y familia
- Exclusión, vida religiosa y opción por los pobres
- Catequesis, testimonios y lenguaje de paz
- Ética de la paz, espiritualidad y cuidado
- Educación, religión y prácticas de paz
Centrándonos ya propiamente en el contenido reflexionado en estos días, el título que nos ha convocado nos puede ayudar a sintetizar al0gunos de los aspectos en esta relatoría final. Digo ‘algunos’ porque son tantos y tan variados, que esto es una tarea que hemos de realizar entre todos y todas y aquí sólo ofrezco una aproximación, un punto de vista que necesitaría ser completado por todas las/os asistentes. El Congreso busco “atender a los signos de los tiempos”, “abrir espacios de paz” y hacerlo, principalmente desde “los relatos de mujeres”.
1.- Signos de los tiempos
Esta expresión usada por Juan XXIII para convocar el Vaticano II, nos señala la tarea teológica vivida estos días: Escrutar los signos de los tiempos, entender cómo Dios se revela en ellos, poder decir una palabra sobre cómo Dios actúa en nuestra historia actual. Por eso no basta lo hablado en el Congreso sino que tenemos que seguir formulándonos preguntas de este tipo:¿Cuáles son los signos de los tiempos que hoy nos interpelan? ¿De qué tenemos qué ocuparnos? ¿Qué desafíos nos invita a asumir y discernir el espíritu?
A lo largo de estos días nos hemos referido a varias realidades. Ya señalé el caminar teológico realizado por mujeres. Podemos también hablar de la teología que cada vez se reafirma más como contextual, intercultural, interdisciplinar, feminista, de género, ecoteológica, ecuménica, interreligiosa, etc. También podemos mirar los desafíos de nuestro mundo actual, entre ellos, la violencia, el terrorismo, el conflicto armado, la urgencia de construir o promover «espacios de paz» que hagan realidad «otro mundo posible», expresión tan llena de vida, convocante de los Foros Social mundiales iniciados en 2001. Sigue actual, por tanto, la necesidad de leer, escrutar, discernir los signos de los tiempos para responder a nuestra historia, sin demora y con compromiso efectivo.
Buscando recoger lo vivido estos días y señalar perspectivas futuros, retomo el método pastoral latinoamericano del ver, juzgar y actuar, tan valorado en la Conferencia de Aparecida (No. 19), para referirme a los datos que nos interpelan, a la interpretación teológica que realizamos de ellos, a las líneas de acción que nos desafían.
- La realidad que nos interpela (VER)
Sobre el ver la realidad, son muchas y dolorosas las experiencias aquí relatadas sobre feminicidio, la trata de personas, la exclusión, la reclusión de mujeres, la violación de los derechos humanos, los cuerpos violentados, desaparecidos, torturados, la creación también violentada, explotada irracionalmente que hoy nos llama a un hacer algo de manera inminente si queremos preservar la Casa Común para las generaciones futuras.
Hoy vivimos el fenómeno de las grandes ciudades con todas las problemáticas que conllevan, sin negar las posibilidades que también ofrecen; el terrible e incontable fenómeno de las migraciones, tan actual en Europa y que ha develado la exclusión que sufren tantos seres humanos, sin tierra para habitar, negando ese derecho tan fundamental de toda persona.
Muchas otras realidades podrían ser aquí señaladas y que de alguna manera fueron saliendo, pero basta señalar la injusticia social estructural que no logran superar los gobiernos de tan diferentes cortes y, aunque no se ha señalado demasiado, las experiencias eclesiales que se mueven entre la renovación y el fundamentalismo, entre la primavera eclesial –de la que se está hablando en el catolicismo con Francisco– pero la permanencia de tantos inviernos que no logran superarse y donde parecen consolidarse y cerrarse las puertas.
- Interpretar la realidad (juzgar)
Pero ¿cómo pasar a juzgar esta realidad?; ¿cómo realizar una lectura teológica de la misma? Porque éste es el desafío que nos convoca para ofrecer una palabra de sentido que siga abriendo «espacios» de Dios en el mundo actual. Quiero señalar algunas vetas teológicas que ya fueron trabajadas en este Congreso pero que suponen más profundización y asimilación. Podrían señalarse otras distintas; esa la tarea –como ya señalé al principio– de todos los participantes.
Me refiero, en primer lugar, a la iluminación bíblica de toda esta realidad. Algunas panelistas nos brindaron profundos e interesantes aportes que no es cuestión de repetir aquí, sino de enfatizar la centralidad de la Palabra de Dios para iluminar nuestra realidad, la urgencia de la hermenéutica bíblica para hacer significativa la Escritura para nuestro presente.
Una hermenéutica que ha de asumir la complejidad de esta tarea, con lo que lleva del circulo hermenéutico en términos de texto-contexto- pretexto, es decir, explicitar el «desde donde» hablamos, porque no hay interpretaciones neutras, sino interpretaciones situadas que revelan la dimensión existencial del/la hermeneuta y nos invitan a develar nuestros pretextos para leer el texto, situado siempre en los contextos particulares que nos desafían a iluminarlos.
En segundo lugar me parece importante retomar la «ecología integral», en palabras del Obispo de Roma, Francisco, que nos remiten al Buen vivir o vivir bien, como decían algunas panelistas, la Casa Común, el significado de la tierra que habitamos y las raíces que los pueblos originarios nos aportan y nos ayudan a constituir de nuevo nuestra identidad, libre de colonialismos que nos alienaron de nuestro centro más auténtico.
Este aspecto remite a movernos del antropocentrismo a un centro –menos centro– y más de comunión, reciprocidad, interacción, no solo con las demás personas sino con toda la creación. Realidad que también nos permite establecer diálogos interdisciplinares, cediendo la hegemonía de los discursos únicos para asumir la responsabilidad compartida donde todas y todos hemos de estar presentes.
Muy interesante reconocer que el cuidado de la Casa Común no puede estar ajena a la experiencia de fe y que, desde la institución eclesial, sin haber sido uno de los primeros que entran en este discurso, por lo menos con la Encíclica Laudato Si’, parece que llegamos a preocuparnos de esta realidad, antes de que sea demasiado tarde. El desafío será no perder este impulso y establecer efectivamente un diálogo con los otros, asumiendo toda la responsabilidad que implica. También este horizonte nos invita a cambiar la lógica del dominio y la explotación por la del cuidado y la comunión.
En tercer lugar, la perspectiva de la encarnación del Hijo de Dios. Muy iluminadora la reflexión sobre la kenosis porque ese vaciamiento de Jesús expresado en el himno de la Carta a los Filipenses, nos invita a tomar en serio la encarnación con todas las consecuencias, asumir la historia como ella es, a la manera que lo hizo el Dios revelado en Jesús, no desde el poder sino desde el servicio, transformando desde dentro y desde abajo, y no desde el dominio y los poderes extraordinarios.
Recuperar al Jesús del Reino, solidario con su tiempo, el que supo incluir a todos los excluidos de su momento histórico. Sobre este tema es importante anotar la necesidad de reflexionar desde la teología feminista para que esas categorías centrales de nuestra fe sean revisadas en su interpretación tradicional que casi siempre ha supuesto una carga para las mujeres, invitándolas más a la acción en un segundo plano, al apoyo callado y sacrificado en un segundo lugar, sin despertar un verdadero protagonismo y liderazgo, tan necesario de que sea ejercido por varones y mujeres.
Tomar en serio la encarnación del Hijo de Dios, ha de suponer a todos pero, también a las mujeres, salir de la pasividad y asumir un protagonismo histórico, que nos haga vivir con más responsabilidad la historia hemos de construir a diario.
En cuarto lugar, la necesidad no sólo de deconstruir sino también de construir y que en este congreso se ha denominado “abrir espacios”. ¿Cómo abrir espacios de paz? ¿Cómo pensarlos y discernirlos? ¿Cómo impulsarlos? Todo esto es el desafío de una teología que quiere recuperar los espacios que ya han abierto tantas mujeres en su vida diaria, en su práctica concreta, en las respuestas a las necesidades que han vivido, como se ha podido constatar en las experiencias de las mujeres, pero que han de ser enriquecidos con la experiencia de fe que nos convoca.
El afirmar que Jesucristo es Príncipe de la Paz, no es una frase eslogan, sino una realidad para hacerla posible. El cristianismo tiene mucho que aportar a la paz. Lo primero, la conciencia de que la paz es don de Dios pero también esfuerzo nuestro. Hemos de recibir su gracia para transformarnos pero hemos de concretarla en los desafíos que enfrentamos. La paz supone la justicia y, como se ha dicho en todos los procesos de paz que se han impulsado en los países en conflicto, una paz con verdad, justicia y reparación, la verdad de Dios que ve el corazón humano, la justicia divina que se inclina por los más débiles; la reparación que hace posible una resurrección allí donde reinaba la muerte, un ponerse en pie los encorvados de la historia, una curación de todos los males que nos aquejan.
La cuota que puede aportar el cristianismo a la construcción de espacios de paz, está dada por la bienaventuranza que hemos invocado en el congreso, “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9). Una paz que implica una actitud profética por todo lo anterior que hemos señalado, de que la paz no es ausencia de guerra sino compromiso con la justicia, la equidad, la inclusión, la vida digna de todos y todas.
- Perspectivas futuras (actuar)
El Congreso no termina con estas palabras y reflexiones. Viene la tercera parte del método, el actuar, que es lo que nos corresponde a todas/os los que hemos participado. Leer los signos de los tiempos, impulsar la vida de las mujeres, porque no es gratuito un Congreso llamado de “teólogas”, con temas explícitamente relacionados con las mujeres. La sociedad patriarcal, kyriarcal, clerical, androcéntrica es una realidad que condiciona la vida de las mujeres y necesita de un cambio urgente y profundo.
Es necesario relatar la vida de las mujeres, sus biografías, sus experiencias, pero liberándolas de los marcos esencialistas y patriarcales, para que esas vidas no tengan, ellas “solas”, la responsabilidad de construir la paz, la familia, la sociedad, la creación, etc., porque eso es tarea de todos y todas. Por el contrario, que puedan desplegar todas sus potencialidades –tantas veces negadas, no valoradas, sin protagonismo– en unión y reciprocidad con los varones.
La teología hecha por mujeres sigue con el desafío inmenso de visibilizarse y, por supuesto, de crecer en la calidad y cantidad de su voz profética, contextual, liberadora, comprometida con el mundo que se nos confía, con la creación que compartimos, en el horizonte de relaciones genéricas que nos permitan la dignidad plena y la equidad justa de todos y todas”.
Hasta aquí la Relatoría y Perspectivas de este Segundo Congreso de Teólogas. Agradecemos al P. Alfredo Fierro S.J. el habernos enviado esta Relatoría. Para la Pastoral Social Cáritas Ecuador (PSCE) las reflexiones hechas en este 2º Congreso alumbran nuestros trabajos las pastorales, programas y proyectos. Especialmente porque en la PSCE hay un enfoque de género claro; lo mismo sucede con la ecoteología, orientada por la Laudato Si´, el cuidado de la Casa Común y la lucha contra la inequidad en nuestra América Latina.
Un ver–juzgar–actuar desde la mujer que, inspirada en la espiritualidad, mira nuestra realidad y trabaja por construir el Reino. Las perspectivas de nuestra fe y acción están en buenas manos, en manos de nuestras mujeres de hoy.
(Imágenes: alf-img.com; creandoutopias.net y www.editorialunilit.com)
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