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“En estos tres meses que estoy frente al Arzobispado, he experimentado la cercanía, el cariño y el corazón generoso del noble pueblo guayaquileño”, así empieza el diálogo con monseñor Luis Cabrera, Arzobispo de Guayaquil, quien asegura que se siente como en familia.

“Durante este tiempo lo que ha hecho la gente es abrirme las puertas y en esa respuesta existe el compromiso de dar lo mejor de mi experiencia, tiempo y vida. Esta nueva misión para mí es un desafío porque es una realidad grande y compleja, donde tengo que avanzar despacio, “ir a paso lento sin detenerme porque no se puede correr, esto me ayuda a estar en contacto con las personas, trato de evitar la prisa”, menciona Mons. Cabrera.

“El tiempo es lo más valioso, por eso al estar con la comunidad, lo entrego todo sabiendo que esa puede ser la única vez que esté ahí, pues la extensión de la ciudad es complicada, no es lo mismo la Sierra que la Costa; Azuay tiene setecientos mil habitantes, mientras que Guayaquil tiene cerca de tres millones de personas”.

Hay diferencias culturales, costumbres, gastronomía que son aspectos secundarios y lo importante es que hay puntos de partida comunes como: buscar la verdad, la justicia, la dignidad y el respeto, así como ser solidarios; estos son valores universales por los que hay que seguir trabajando.

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Mons. Luis Cabrera cuenta que los primeros acercamientos que ha tenido hasta el momento son con comunidades religiosas, movimientos sociales, sacerdotes, Grupo de Vivienda Hogar de Cristo, rectores de unidades educativas religiosas, universidades, hospitales y medios de comunicación.

Sobre la Encíclica Laudato Si, Monseñor asegura que es un trabajo de hormiga, un gran desafío aterrizar los enunciados del Papa Francisco: todas y todos debemos asumir con responsabilidad el cuidado de la Casa Común, necesitamos de la naturaleza, el agua y la tierra para poder vivir.

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