Corridos casi dos meses del Año Jubilar de la Misericordia convocado por el papa Francisco mediante la Bula Misericordiae Vultus, queremos ahondar en dos Obras de Misericordia relacionadas con el dolor: Visitar a los enfermos (primera de las siete Obras de Misericordia corporal) y consolar al triste (quinta Obra de Misericordia espiritual).
Todas y todos le tenemos miedo al dolor, ya sea físico o espiritual. Desde tiempos antiguos, el ser humano ha tratado de encontrar remedio al dolor del cuerpo y del alma. Jesús, consciente de la naturaleza humana, curó el dolor y consoló a quienes sufrieron tristeza, dando paz especialmente a la gente humilde y pobre.
Mateo, en su Evangelio, y en el capítulo 25, define las Siete Obras de Misericordia Corporales, encabezando esta lista la de visitar a los enfermos. Una persona enferma tiene un doble sufrimiento: el dolor físico y el temor mental o psicológico. Todo se resquebraja en la persona enferma: su seguridad, su confianza, su ánimo y su salud; también es puesta a prueba su fe en el Señor.
El dolor físico desespera, genera estrés, e indispone el espíritu y maltrata el cuerpo. No nacimos para aceptar el dolor como algo natural. Las empresas farmacéuticas modernas se especializan en producir medicinas para calmar el dolor físico. Estas empresas también fabrican medicamentos para calmar el malestar emocional y psicológico que generan la enfermedad y el dolor.
Pero ningún remedio puede aliviar más la tristeza del enfermo que una visita de sus familiares y amistades. Reencontrarse con sus amigas y amigos, con sus compañeras/os de trabajo, sus vecinas/os, sus amistades de siempre. La tristeza es vencida por la alegría del calor humano, del amor. La persona enferma rompe la monotonía de su quietud; la soledad que se siente en el lecho de enfermo da paso a la compañía agradable. La enfermedad tal vez no se cure con nuestra visita, pero indudablemente el ánimo del enfermo cambia.
La antigua y agradable revista “Selecciones” trae aún una columna cuyo título es “La risa, remedio infalible”. Tuvieron que pasar muchos años para hacer valer científicamente el sugestivo título de esta columna: el Dr. Hunter Doherty Adams, más conocido como “Patch” Adams (EE. UU. 1945) demostró los poderes curativos de la risa y fundó lo que hoy conocemos como risoterapia. “Patch” significa “parche”, “remiendo” y eso es lo que le pone el Dr. Adams a sus enfermas y enfermos: un parche que tape el hueco, un remendado en el alma, en el espíritu, en el corazón doliente.
¿Cuánto bien pueden hacer la alegría y la risa a una persona enferma? Es difícil de cuantificar el poder curativo de la alegría, la capacidad terapéutica de la buena compañía, el valor paliativo de una visita oportuna a un enfermo o enferma querida. Pero funciona. Está demostrado. Y es solamente el corazón el que decide dar este alivio al doliente, este consuelo al afligido.
¿Cómo mover ese corazón, esa conciencia solidaria y misericordiosa para poner en circulación la medicina del amor, del cariño, de la alegría y la generosidad? Para nosotras y nosotros, como cristianos, ese corazón misericordioso es movido por el ejemplo de Jesús. Seguimos su camino, y Él nos enseña a dar. Y Mateo nos acaba de aclarar la acción: “Dad y se os dará” (5, 7).
El dolor físico es connatural al ser humano. La salud del alma también se resquebraja. Dolor y depresión van de la mano, acompañados por la desesperanza, la tristeza, el abandono, la soledad y la depresión. Ante el dolor ajeno, corporal y psicológico, las y los cristianos sentimos con el corazón la miseria -el dolor- del prójimo. Seamos buenas y buenos cristianos, sintiendo con nuestro corazón el dolor ajeno.
El 11 de febrero se celebrará en todo el mundo el Día Mundial del Enfermo. Queremos, por intermedio de la Pastoral de la Salud de Cáritas Ecuador, cuya responsable es nuestra compañera la Hna. Ruth Segarra, invitarte a participar en la celebración del Día Mundial del Enfermo, concurriendo el 11 de febrero, a las 17:00 horas y en la Iglesia de la Dolorosa (Av. América y Mariana de Jesús, Quito). Unámonos todas y todos para que nuestros corazones sean generosos y den ese bálsamo de amor y consuelo a quienes sufren.
«Dad y se os dará»
Imágenes: Netflex y Youtube
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