El Dr. Carl Gustav Jung (Suiza, 1875-1961) dedicó más de medio siglo de su trabajo psicológico y psiquiátrico a definir su teoría del inconsciente colectivo. Demostró que existen denominadores comunes en diferentes pueblos respecto al mundo simbólico –al mundo esencial, espiritual y profundo–. Para el Dr. Jung, en los albores de la civilización hubo un individuo global. Si hay un inconsciente colectivo, un hombre global ¿puede entonces haber un “consciente colectivo”? Jung no quiso responde a esta pregunta por razones de rigor científico, pero es una conciencia colectiva o consciente común lo que hoy necesitamos para salvar nuestra Madre Tierra.
El desequilibrio ambiental provocado por el ser humano amenaza al planeta entero. El papa Francisco, desde una perspectiva científica, nos plantea en su Encíclica Alabado Seas que “todo está conectado” y que es todo el género humano el que está en peligro, especialmente los más pobres. La crisis ambiental nos atañe a todas y todos, y es tarea común el conservar la vida. Especialmente es nuestra tarea –la del pueblo cristiano–, pues la Tierra es un don divino.
En Alabado Seas está descrito el daño que le hemos hecho a nuestro planeta. El mal es grand0e y, por lo tanto, a grandes males… grandes remedios. El mejor de los remedios es una conciencia colectiva para mejorar las relaciones entre la especie humana y la Tierra. En Alabado Seas el Papa pide esa conciencia colectiva, que se configura uniendo conciencias individuales que, a su vez, forma una conciencia familiar; luego, estas familias conscientes generarán una conciencia comunitaria. Fortalecida esta conciencia individual, familiar y comunitaria, ésta fuerza incidirá políticamente en nuestros gobiernos para que respeten la vida.
Profundicemos un poco sobre la base fundamental de la solución a la crisis ambiental: la persona. Urge un cambio personal, que vaya a contracorriente del consumismo. Necesitamos seres humanos que dejen de consumir, de generar basura, de proveer de ingresos a las grandes empresas que venden bienes superfluos. Rompamos la corriente de ir a la moda, o de comprar cosas que son generadas por industrias “crueles” con el ambiente o con el prójimo menos favorecido.
Por ejemplo, no debemos seguir comprando artículos de madera porque así estamos apoyando la deforestación. Actitudes así, una conciencia así, debe guiarnos al emplear el agua, la energía, los combustibles fósiles, los residuos sólidos; esta conciencia nueva nos llevará a consumir menos, comer mejor, vivir mejor, sentirnos mejor con nosotras/os mismas y con el planeta. Otro requisito indispensable para una conciencia individual en pro de la vida: no ser indiferentes, militar, luchar, oponerse, rechazar.
También es importante no comer más cuento: éste modelo de vida consumista no conduce a la felicidad. Como cristianas/os, tenemos un sentido de trascendencia que dista mucho de esa superficialidad que abunda en el medio y en los medios. La felicidad no está en el tener sino en el ser. Este es el cambio personal, individual, que nos pide Su Santidad en su Carta Alabado Seas.
Otro requisito importante en este cambio, en esta conversión: mantener el optimismo en el ser humano y en la bondad de Dios; pero no nos olvidemos de lo que dice el P. Caravias: «Dios es Padre, pero no es paternalista». Dios nos ama, pero nostras y nosotros debemos aprender a amar esta Tierra que Él nos ha dado.
Avancemos un poco: las personas conscientes se unen y se forman colectivos sólidos como el Movimiento Católico Mundial por el Clima. El 29 de noviembre pasado, un día antes de inaugurarse la COP-21, se llevó a cabo la concentración mundial más numerosa en la historia, con el fin de evidenciar el interés que tenemos por nuestra Casa Común. Este Movimiento hizo entrega de millones de firmas que claman al poder mundial por un manejo responsable con el entorno natural.
Las instituciones conscientes deben robustecerse. Así crece la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM), defendiendo la Amazonía; la REPAM denuncia, acompaña e incide en la región defendiendo a sus moradores y a la naturaleza. Así lo hace la Iglesia católica en la cuenca del Congo. Tenemos presencia y acción en los dos sitios más estratégicos en esta crisis ambiental. Así obra Cáritas Ecuador con su Pastoral de Ecoteología, denunciando atropellos contra el ambiente en todo el Ecuador. creando conciencia, capacitando a quienes tienen a cargo la defensa de la vida.
En esta dirección se están enfocando nuestras Cáritas Parroquiales: custodiar la Creación desde el hogar, desde la escuela, desde las comunidades de base, tomando consciencia del desafío, conociendo problemas, informándose bien, buscando soluciones concretas, actuando. El cristianismo está movido por una fe, y esa fe se traduce en una acción en pro de la vida de la Madre Tierra.
Queremos terminar esta reflexión uniendo dos temas y dejando una pregunta: el 8 de diciembre pasado, el papa Francisco dio inicio al Año de la Misericordia. La pregunta es: ¿debemos tener misericordia con la Tierra? o, por el contrario, ¿debemos pedirle a la Tierra que tenga misericordia de nosotras y nosotros?
Tú decides, todas y todos decidimos.
Imagen: www.altonivel.com.mx
2 Comments
Daniel Cevallos
07/01/2016
¿Jung en una página católica? ¿Conciencia colectiva? Después se quejan de que la gente se desorienta. Eso es una falacia, no existe la «conciencia colectiva», cristianamente es INACEPTABLE, porque quita la culpa y responsabilidad PERSONAL de los actos morales. Revisen el Catecismo de la Iglesia.
Edwin
11/01/2016
Hola,
En general el artículo es muy interesante y aborda un tema actual .
Pero creo que todo lo relacionado a las ideas del Dr. Jung cae dentro de ideas poco cristianas…
Es importante mantener, impulsar y valorar nuestra identidad cristiana católica… así las obras de los católicos serán claramente identificadas como testimonio de una verdadera vida de relación con Cristo que se concreta en obras… como Caritas.. y no vanas palabras o teorías sicológicas que solo pueden servir como distracción de lo verdaderamente importante: Cristo en su Iglesia…
Un abrazo…
Edwin
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