‘El pobrecillo de Asís’ vivió 44 años, entre 1182 y 1226, en una Edad Media feudal. Su padre fue un acaudalado negociante en telas. Comenzaba el comercio, florecía la artesanía, nacían los primeros burgueses y profesionales, los números arábicos comenzaban a ordenar los negocios europeos y la población crecía, todo esto en un Viejo Continente marcado por las Cruzadas.
San Francisco vivió pocos años, en tiempos de cambio. La jerarquía de la Iglesia era cuestionada por su opulencia y nacieron movimientos religiosos en rechazo a una Iglesia rica. Estamos en tiempo de los cátaros, de Santo Domingo de Guzmán, de los “monjes mendigantes”; al mismo tiempo, Gengis Kan azota la antigua Rusia y los reyes franceses, alemanes e ingleses sostienen guerras entre sí.
La infancia del Santo de Asís fue muy cómoda, recibiendo la educación de la época y dominando el latín. En su juventud tuvo fama de buena vida y buen vestir, conociéndose la generosidad con que gastaba el dinero cuando andaba con amigos. Una guerra entre Asís y Perugia genera que Francisco esté preso durante varios meses, cuando apenas cumplía 20 años.
Francisco abandona todo por seguir un llamado de Dios cuando cumple los 23 años. Dice a sus amigos que La Pobreza será su nuevo amor y comienza una vida de oración y reflexión. La convivencia con leprosos y la reconstrucción de la capilla de San Damián, un pedido que le hace Jesús desde la cruz, terminan de moldear una voluntad que se dedicará por siempre a servir al Señor.
Se toma como exacto el 24 de febrero de 2008 el día en que Francisco de Asís recibió la revelación definitiva de su misión en la Tierra: escuchó las palabras del Evangelio “No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos…” (Lc. 10). El Santo deja de reconstruir capillas y se dedica a predicar el Evangelio y a vivir pobremente. Predicando y pidiendo con once compañeros más, el de Asís va fraguando una vida ejemplarmente santa y pobre.
Cuando San Francisco tiene 27 años, se presenta ante el papa Inocencio III con el fin de recibir aprobación para crear la Orden. A pesar de los temores ante nuevas organizaciones religiosas anticlericales, el Papa autoriza la creación de la Primera y la Segunda Orden fundadas por San Francisco. En Rivotorto, San Francisco y sus compañeros viven pobremente y comparten los quehaceres con los campesinos del lugar. Los franciscanos viajan de dos en dos, y se les ve en España, Francia y en el sur de Italia; la Orden fundada por Francisco crece rápidamente.
Es 1219 se embarca rumbo al Oriente para visitar varias ciudades importantes de ese entonces: Chipre, San Juan de Acre y Damienta, territorios dominados por los Cruzados. Con la intención de evangelizar a los musulmanes, se presenta ante el Sultán de Egipto. El Sultán no se convierte, pero reconoce en Francisco a un hombre excepcional. Mientras ocurre esta travesía, hay disidencias al interior de la Orden Franciscana: muchos frailes menores objetan la vida dura que llevan. Éste y otros inconvenientes llevan al santo de Asís a fundar una Tercera Orden en 1221.
A partir de 1224, Francisco se aísla cada vez más, dedicándose a la contemplación, a la oración, al silencio, practicando el ayuno y viviendo la soledad interior; su vida es la de un eremita. El 24 de septiembre de este año y en pleno aislamiento, San Francisco recibe del mismo Nazareno los estigmas, según relata fielmente San Buenaventura. El pobrecillo de Asís siempre se sintió indigno de llevar las señales de la Pasión de Cristo, y ocultó las señales santas a los ojos de los demás.
A finales del año 2025, casi ciego, decepcionado por el rumbo que tomaba la Orden por él fundada y sufriendo por el sangrado de sus heridas, Francisco compone el Cántico a las criaturas para ser compartido en alegría con sus hermanos. La intención del Canto es alabar a todas las criaturas de la naturaleza y la las fuerzas que la componen. Por vez primera, un Cántico cristiano agradece no solo a Dios o la Santísima Virgen o a otros santos/as, sino que da gracias a Dios por haber creado a otras criaturas como la Hermana Tierra, el Hermano Fuego y la Hermana Agua. Todo ser que existe debe ser tratado como “hermana” o “hermano”. En otra oportunidad nos encargaremos de estudiar este bello Canto, pues su profundidad y belleza son intensas, pero especialmente nos enfocaremos al Canto como inspiración para el cuidado de la Casa Común.
La enfermedad del santo de Asís merma sus fuerzas. Rodeado de sus hermanos y acogido en el Palacio Arzobispal de Asís –ya que la ciudad se encontraba en guerra–, pasa sus últimos días. Fue su última voluntad morir en la Porciúncula, muy cerca de la capilla. Así sucedió el 3 de octubre de 2026, cuando apenas cumplía los 44 años. Sus restos fueron llevados a la iglesia de San Damiano y luego a la de San Gregorio; hoy descansan en la Basílica de San Francisco, en Asís. Recibió la canonización el 16 de julio de 2028.
El papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si’ nos muestra a San Francisco de Asís como modelo y ejemplo. Es vocación y compromiso de Cáritas, en este mes de octubre, conocer a fondo la fuente de inspiración del Papa y, sobre todo, asumir el compromiso con la naturaleza, con la pobreza, con la generosidad. El santo de Asís también será nuestro ejemplo y modelo.