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Hace 25 años, el 7 de marzo de 1990 y durante el gobierno presidido por el Dr. Rodrigo Borja, Ecuador ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño, convirtiéndose en el primer país de América y el tercero en el mundo en fiermarla. Este comprommiso implica mucho. ¿Qué ha generado de positivo la ratificación de este Convenio?

Las cifras de UNICEF son estas: “La población menor de dieciocho años es de 5’397.139 de los cuales 2’739,989  son niños/adolescentes y 2’657,150 niñas/adolescentes, representan el 37,26% de los 14’483,499 de habitantes que pueblan el territorio ecuatoriano. Luego añade este informe: “Cada vez es más necesario llegar a las comunidades más pobres y marginadas”. Estos datos pertenecen al año 2010.

UNICEF trabaja en Ecuador con parámetros que permitan “…  cuantificar los avances o retrocesos y las brechas en el cumplimiento de sus derechos de la niñez (…) ODNA y UNICEF diseñaron Tres indicadores que miden el el grado de cumplimiento de los derechos a vivir, a crecer saludablemente y a desarrollarse, en cada etapa del ciclo de vida. Estos índices se calculan para tres etapas del desarrollo: primeros años (0 a 5), edad escolar (6 a 12) y adolescencia (13 a 18)”. El informe de UNICEF es optimista, y reconoce claramente avances significativos en el actual obierno en favor de niñas, niños y adolescentes.

Para Cáritas, la niñez y la adolescencia están enfocadas desde la familia. La familia es para nosotros un núcleo primordial que incluye la salud, la educación y, sobre todo, la dimensión espiritual, en donde sembramos nuestros valores cristianos. Agregamos que Cáritas promueve y defiende siempre un enfoque de derechos.

En todas nuestras Pastorales hay un enfoque de familia cristiana, como propuesta fundamental para garantizar una formacion idónea de niñez y adolescencia. La fuerza familiar y la fuerza comunitaria son dos herramientas vitales para poder caminar y edificar, apoyando la construcción del Reino.

En Cáritas asumimos nuestra responsabilidad de formar y educar a nuestras hijas e hijos, aceptando los avances que ha logrado el actual gobierno, pero ofreciendo nuestro propio enfoque cristiano. La educación cristiana llena una necesidad espiritual que va más allá del ámbito terrenal.

Cáritas ha trabajado con niñas y niños de la primera edad, con guambras menores de seis añitos, brindándoles salud y nutrición adecuadas. Este servicio va acompañado de la capacitación a sus madres para nutrirlos mejor, dentro de un marco económico popular y solidario, promoviendo una economía nueva, una equidad de género y los valores del cristianismo.

Creemos que una respuesta a este mundo consumista y deshumanizado es volver a una vida familiar y reconstruir  el tejido comunitario. Estamos abriendo espacios de formación para nuestra niñez y adolescencia, buscando gente joven y recibiendo el aporte de un voluntariado nacional e internacional generoso y joven; ellas y ellos son personas que quieren ayudarnos a formar, a criar mejor a una niñez y a una adolescencia que necesita atención. Las Cáritas Parroquiales son ese espacio de integración e interacción que necesitamos construir para educar cristianamente a nuestras hijas e hijos.

En cada una de nuestras Pastorales y Proyectos está ratificado el compromiso con la niñez y la adolescencia. Los datos de UNICEF, nos invitan a “… utilizar la información para crear una visión optimista de una sociedad que puede impulsar el cumplimiento de los derechos de la niñez y adolescencia. La intención que está por detrás es reflejar si el Estado, las familias, las comunidades y las instituciones sociales a lo largo del tiempo han cumplido sus obligaciones para crear mecanismos jurídicos y mantener los servicios y programas sociales necesarios para garantizar los derechos de la niñez y de la adolescencia”.

Los 25 años recorridos desde la ratificación de la Convención para hacer valer los dechos de la niñez y la adolescencia han dado frutos. Pero la niñez y la adolescencia requieren constante atención, actualización en su trabajo, renovación en los enfoques. El mundo moderno le llega a nuestros guambras en forma muy diferente a la que tuvimos nosotras/os. Hay que esforzarnos por mantener viva una  familia cristiana en su dimensión integradora. Una familia unida será base clave para una comunidad fuerte, unida, cristiana, que supere la exclusión, se desarrolle integral y solidariamente, y recorra con alegría el camino edificante hacia el Reino.

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