El Papa Francisco, cuando de movimientos sociales se trata, no se anda con rodeos. Al contrario, pone el dedo en la llaga: denuncia, alienta y anuncia. El pasado 28 de octubre, el Obispo de Roma pronunció un discurso a las y los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Sociales. Todos y cada uno de los párrafos de este discurso muestran hasta dónde Francisco siente la inequidad; hasta dónde vislumbra que la solidaridad es la solución a los grandes males que genera la mala repartición de la riqueza.
“Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces `la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos (…) Tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista”.
Y basándose en estas tres palabras (Tierra, techo y trabajo), que Francisco desmenuza a fondo, exhorta a los movimientos sociales a mantenerse en pie de lucha, a no claudicar, a mantener valores que existen en las barriadas pero desaparecieron de los centros enriquecidos. Estamos en pleno auge del descarte: niñas, niños, ancianos, jóvenes trabajadores, mujeres, son descartados por el Imperio del dinero, que solo busca eso: más riqueza, más capital, sin importar los costos humanos que implique el conseguir el anhelado dinero.
El Papa defiende las reivindicaciones de las y los asalariados, pero se pregunta por los derechos de millones y millones de personas que ganan su sustento trabajando irregularmente, excluidos de los derechos laborales. También reflexiona sobre la paz y la ecología. Y concuerda Francisco con una de las conclusiones de este encuentro mundial de movimientos sociales: este sistema ya no aguanta. Hay que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Francisco reza por los excluidos, sin rodeos: «Los excluidos: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda».
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