El Papa Francisco, en lo que se considera su primera exhortación apostólica, la Evangelii Gaudium (“La alegría del Evangelio, pide apertura a la Iglesia, con el fin de responder a los tiempos actuales. Esta apertura incluye al propio papado.
“Me corresponde estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización», escribió Jorge Bergoglio.
El Papa, en su exhortación hace una revisión de algunos procedimientos que la Iglesia debe modificar como por ejemplo evitar una excesiva centralización. El Santo Padre considera que las reformas a la estructura de la Iglesia deben pasar, para que “… todas ellas se vuelvan más misioneras (…) que coloque a los pastores en constante actitud de salida”.
Uno de los puntos álgidos tocados por el Papa es el de las personas divorciadas: “A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana. Es la casa donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas», haciendo alusión a la discriminación a estas personas por haber vuelto a contraer matrimonio.
Su mensaje de apertura y cambio es tan profundo que Francisco llega a decir: «… tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades».
Otro tema al cual el Papa le dedica varios capítulos es el de otras religiones. Nos invita a aprender de los hermanos/as ortodoxos. «El diálogo interreligioso es una condición necesaria para la paz en el mundo y no oscurece la evangelización” Y dentro de este diálogo, un capítulo especial mereció el tema de los creyentes islámicos.
Rechazando todo tipo de fundamentalismo, Su Santidad hace un llamado de paz a los islámicos: “el verdadero islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia», y pide que cese la persecución de que son objeto los cristianos en algunos países de credo mahometano.
Francisco cierra el tema interreligioso enviando una mirada muy especial al pueblo judío, afirmando “… que el diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte de la vida de los católicos”.
En otro orden, el Santo Padre expresó que las mujeres no van a ejercer el sacerdocio, pero sí «… deben tener mayor espacio y una presencia más incisiva» en nuestra Iglesia católica, reconociendo el gran aporte que las mujeres brindan hoy a las labores de la Iglesia: ya hay mujeres que asumen responsabilidades pastorales con los sacerdotes, pero se hace imperante el abrir nuevos espacios y roles para la mujer dentro del caminar de la Iglesia:
«Porque el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social, por lo que se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales».
El Documento papal se cierra con una reflexión sobre dos temas importantes: el aborto – «No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana», así mismo opinó sobre la economía de la desigualdad. Para Francisco, esta economía atenta contra el cuarto mandamiento, dado que mata.
Hay una doble moral generada por esta economía desigual: «No sea noticia que muera de frío un anciano en la calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión». A propósito de esta economía injusta, el Papa critica con fuerza a la llamada «cultura actual del descarte».
Un Documento cargado de temas complejos, con una voz fuerte y clara que denuncia y llama, una exhortación a todas y todos los que conformamos una Iglesia que está en pie, lista a cambiar lo que deba cambiar para seguir esparciendo en el mundo la Palabra del Señor.